La crisis climática supone un reto crucial para cada vez más empresas: bien porque altere el valor de su producción, bien porque constituya una amenaza para sus operaciones. Actualmente, la estrategia empresarial debe tener en cuenta la crisis climática, y los consejeros generales se encuentran en una posición privilegiada para ayudar a solucionar los problemas que plantea.

 

Según Alastair Morrison, responsable de Estrategia de Clientes de Pinsent Masons, se trata de un asunto que debe tratar el consejo de administración: «Una situación como esta no puede externalizarse a un departamento, sino que tiene que integrarse en la conciencia de una organización».

Las empresas reconocen cada vez más que se trata de una cuestión fundamental que requiere una respuesta que combine el pensamiento estratégico, la experiencia jurídica y normativa y el compromiso con el difícil aspecto del cambio cultural. Por todo ello, los consejeros generales ocupan una posición ideal para liderar en esta materia.

De acuerdo con Morrison, muchos consejeros generales ya son conscientes y están tomando medidas. «Al analizar las conversaciones que estamos teniendo con diferentes consejeros generales, nos parece verdaderamente interesante ver el nivel general de conciencia e interés que hay por intentar marcar la diferencia. La concienciación a nivel personal es bastante alta: todo el mundo conoce los desafíos y problemas a los que nos enfrentamos».

«Los juristas de alto rango ejercen una gran influencia dentro de las organizaciones, y muchos de ellos son muy buenos abogados defensores de la causa», afirmó. «De esta forma, armados de conocimientos técnicos o con una buena base científica sobre estas cuestiones, además de la comprensión de lo que acontece dentro de una organización, pueden influir en el consejo, concienciar sobre el tema y ver lo que puede hacer cada organización».

La crisis climática

Los objetivos climáticos establecidos por el Acuerdo de París de 2015 tienen como meta mantener las temperaturas mundiales a menos de 2 °C por encima de los niveles preindustriales y tratar de mantener el aumento a 1,5 °C. Actualmente estamos viendo incrementos de 3 °C.

Esto puede parecer insignificante a quienes no sepan mucho de ciencia, pero los efectos son notables. Los cambios que pueden parecer pequeños para un lego en la materia tienen, sin embargo, grandes consecuencias: la última Edad de Hielo se debió a una caída de las temperaturas de apenas 3,5 °C.

Actualmente, estamos experimentando los efectos de un aumento de 1 °C: más días calurosos, más olas de calor, incendios en Australia y el deshielo de la plataforma de la Antártida que será difícil de revertir.

Si no detenemos el aumento, a finales de siglo no podremos seguir viviendo en algunas partes del mundo, los precios de los alimentos aumentarán, las inundaciones costeras afectarán al 5 % de la población y el debilitamiento de las corrientes oceánicas se traducirá en un clima más impredecible y extremo.

El papel de las empresas

Resulta evidente que actuar se ha convertido en una obligación, pero ¿deberían estos cambios depender de las empresas?

Philippe Joubert cree que sí, no solo por el bien de la sociedad, sino por el bien de las propias empresas, ya que las que no se adapten tendrán dificultades para sobrevivir y prosperar.

Joubert fue director general adjunto de Alstom, fabricante de equipos de transporte y energía, pero lo dejó para fundar y dirigir Earth On Board, que ayuda a las empresas a asegurarse de que su estrategia tenga en cuenta la crisis climática.

De acuerdo con su opinión, el año 2015, cuando se firmó el Acuerdo de París y se adoptaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, fue un hito: a partir de ese momento, los directores ya no podían afirmar que no sabían que el clima era un factor a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones.

«Necesitamos un cambio, y el 2015 se recordará sin lugar a dudas como el año en que el mundo lo reconoció abiertamente», afirmó. «Las empresas ya no son un problema, deberían ser una solución. Es evidente que las empresas originan entre el 70 % y el 80 % de nuestro impacto en el medioambiente, además de ser la única forma de organización humana que conozco que tiene los recursos, la estructura y la velocidad de reacción que se requieren para ayudarnos a encontrar una solución. Sin embargo, para ser verdaderamente la solución, debemos diseñar otro modelo de negocio que no dé por sentado que la naturaleza sea un recurso ilimitado».

De acuerdo con Joubert, el modelo empresarial de la economía actual se basa en el uso de la naturaleza como recurso gratuito, y esto tiene que cambiar: el modelo empresarial debe tener en cuenta los costes que supone para el planeta utilizar y contaminar el agua y el aire y perjudicar la polinización.

Madeleina Loughrey-Grant, directora legal y fiscal en la empresa constructora Laing O'Rourke, ha afirmado que se está produciendo un cambio de actitud en los negocios, ya que las empresas reconocen que tienen el deber de cambiar y actuar.

«Creo que se ha producido un gran cambio incluso durante estos últimos 12 o 18 meses», señaló. «Cuando la gente pregunta cómo se puede incluir esto en el orden del día de los consejos de administración, la respuesta es que en realidad ahora resulta muy fácil. Creo que habría sido más difícil si se hubiera preguntado a las personas que trataban de hacerle frente y de ponerlo entre las prioridades hace dos o tres años, pero se ha producido un cambio de actitud transformador en las juntas directivas de todos los sectores en relación con esta cuestión y se ha reconocido que se trata de un riesgo empresarial importante. Se trata de una oportunidad, pero también constituye un importante riesgo empresarial que debe abordarse».

Además, es probable que la legislación sea un incentivo para aquellas empresas cuyos dirigentes se sigan negando avanzar hacia el cambio, ya que actualmente deberán enfrentarse a desafíos legales a la hora de tomar decisiones relacionadas con el impacto climático.

La ciudad de Nueva York está llevando a los tribunales a las empresas energéticas por los costes derivados de la lucha contra el calentamiento global, mientras que un agricultor peruano ha demandado a una empresa energética europea por el efecto de las emisiones en su entorno.

Además, este año, el Tribunal de Apelación de Inglaterra y Gales (Reino Unido) falló que la política gubernamental que hubiera permitido una tercera pista en el aeropuerto de Heathrow era ilegal porque no tenía en cuenta los compromisos del gobierno del Reino Unido en el marco del Acuerdo de París.

Según Loughley-Grant, este caso y otros son una firme advertencia para las empresas y los gobiernos de que las cosas deben cambiar.

«Lo que se consigue es empezar a presionar cada vez más a los gobiernos de una forma más amplia, y ese será el impacto de esa y otras decisiones que se han tomado. Una decisión como esa tendrá importantes consecuencias para futuros proyectos de infraestructura», señaló. «A finales del año pasado, el Tribunal Supremo de los Países Bajos ordenó al gobierno que acelerara sus esfuerzos para reducir las emisiones de carbono. El Tribunal basó su sentencia en la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, así como en las obligaciones recogidas en el Convenio Europeo de Derechos Humanos. De una manera tan eficaz, que se consideró que el gobierno estaba violando los derechos humanos de las personas al no actuar con la suficiente rapidez. Esas decisiones no deben verse de forma aislada, creo que se tomarán decisiones similares en todo el mundo».

Estos desafíos legales tendrán consecuencias para los ejecutivos y los miembros de los consejos de administración, ya sea porque quieran evitar estos riesgos para la organización o para sus propios puestos.

Las intervenciones podrían centrarse no solo en el comportamiento de la organización, sino en la toma de decisiones de los individuos y en si es coherente con las responsabilidades que tienen los directivos para con la organización.

Joubert apuntó que, después de 2015, nadie puede afirmar no ser consciente de los peligros y de las responsabilidades en materia climática y que, si quieren cumplir con sus obligaciones ante sus empresas con el cuidado y la diligencia debidos, deben tener en cuenta el clima a la hora de tomar decisiones.

«Los conceptos de cuidado y diligencia son muy interesantes porque significan que no hay que ser un especialista en todo, sino que hay que hacer los deberes», sentenció. «Hay que estar atentos a los riesgos y las oportunidades, y hay que orientar a la dirección. Por mi parte, defiendo que 2015 se recordará como el año en que se realizaron importantes cambios en las responsabilidades de los consejos de administración en este aspecto, ya que, gracias al Acuerdo de París, no se puede alegar desconocimiento».

«Según mi punto de vista, eso cambió fundamentalmente el riesgo y la responsabilidad de los directivos. 2015 es probablemente el año en que ser escéptico con respecto al cambio climático dejó de ser un refugio para los directivos y estos tuvieron que dar un paso al frente. Los directivos deberían tener una idea muy clara de dónde están los riesgos y qué están haciendo, cuál es su estrategia para mitigarlos y proteger los intereses de la empresa para colocarla en un terreno seguro que garantice el crecimiento», afirmó.

 

Una recuperación ecológica

Los gobiernos de todo el mundo deberán invertir enormes cantidades para apoyar a sus economías en su salida de la crisis del coronavirus. Es probable que inviertan directamente en importantes proyectos de capital y que se valgan de préstamos para garantizar que haya trabajo para las numerosas personas que perderán sus empleos.

Según Morrison, este estímulo económico representa una oportunidad para crear una infraestructura ecológica que, de otro modo, podría haber tardado mucho más en desarrollarse.

«Creo que deberíamos concienciar a la comunidad jurídica sobre el tipo de oportunidad que existe para estimular más fuentes de energía limpia al tiempo que nos centramos en la recuperación, para invertir dinero y esfuerzos en ello», dijo. «Los gobiernos pueden hacer transformaciones tangibles y significativas en cuanto al cambio climático, y ese es el mayor cambio. Por lo tanto, creo que podemos aprovechar esta oportunidad y ver cómo podemos lograrlo».

 

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